Desde que empecé a estudiar la maestría en administración, he venido siguiendo el desarrollo
teórico sobre la gerencia y el manejo empresarial y las nuevas herramientas conceptuales
que nos han asombrado, tanto estratégicas (Planeamiento Estratégico, Balanced
Score Card, Océano Azul, Resiliencia y otras),
como operacionales (Calidad Total, Sistema de Producción Toyota,
Benchmarking, Reingeniería y otras).
El propósito de
este blog es participar del debate en el sentido de evitar el calco y la copia,
y también el dogmatismo miope en la aplicación: Muchos aplican estas nuevas
herramientas al pie de la letra, simplemente porque “están de moda”.
Por mis lecturas
de Peter Drucker, desde inicios de los años 80, me llegué a interesar en la
práctica japonesa al respecto. Ellos, cuando se enteran de una nueva
herramienta producida en occidente, principalmente en Estados Unidos, la
analizan profundamente, la aceptan como excelente, pero no la copian ni la
aplican mecánicamente; la mejoran hasta superarla, quedando irreconocible la
herramienta.
Lo han hecho con
la matriz del Boston Consulting Group (BCG), con el ciclo de vida de los productos,
con el planeamiento estratégico, con la cadena de montaje del sector automotriz,
etc.
Henry Mintzberg,
ese famoso canadiense, experto del planeamiento estratégico, contó en una
ocasión una anécdota ocurrida al final de una de sus clases en Harvard. Un
alumno se le acercó y le preguntó: “¿Qué quiere que juguemos con sus
herramientas, al crucigrama o al LEGO?”. Lo que le estaban preguntando era si
debían ajustar todas las herramientas de formas establecidas, o tenían que ser
utilizadas creativamente para construir nuevas, así como lo están haciendo los
japoneses, desde hace muchas décadas.
¿Qué estamos
haciendo nosotros en este asunto? ¿Constatamos si la nueva herramienta sirve
para interpretar nuestra realidad y elaborar una solución original? ¿Copiamos,
fielmente, porque la aprendimos en una universidad de prestigio y porque la dice un “gurú” y es de origen
estadounidense?
Nuestro amauta
José Carlos Mariátegui, nos enseñó: “ni calco ni copia, sino creativamente.”
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