Si bien es cierto
el concepto de estrategia empresarial empieza a utilizarse desde fines de la
década del 50, del siglo pasado, el tratado en sí se ha profundizado desde
inicios de la década de los 90, también del siglo pasado. La pregunta obligada
sería por qué esta distancia de tiempo desde su uso inicial y profundización.
La respuesta va por el lado de la “estabilidad o inestabilidad relativa” del
entorno empresarial.
Nadie puede estar
en contra de hacer uso de una estrategia empresarial para conseguir objetivos
económicos, dentro de un entorno altamente competitivo; es más, la misma
estrategia le da carácter e identidad al accionar de la empresa. Pero, es
necesario tener en cuenta algunos aspectos relacionados con la estrategia.
Por ejemplo, una
brillante estrategia puede verse saboteada por una pobre ejecución, por planes
y programas de actividades mal hechos, o por ejecutores escasos de capacidad o
mínimas competencias laborales exigidas. Peor aún, se comete el error común de
creer que, vasta formular la estrategia para que las cosas ocurran, para que
los resultados se obtengan.
Es absolutamente
cierto, la estrategia le da dirección y sentido al futuro accionar de la
empresa; le dice “lo que debe hacerse”. Dicho de otra manera, la estrategia
esta relacionada con visión, misión y efectividad. La formulación de la
estrategia es necesaria, pero no suficiente; hay que agregarle acción,
ejecución.
Además,
dependiendo de las decisiones estratégicas tomadas, como, por ejemplo, obtener
liderazgo tecnológico, las acciones y recursos deben estar en coherencia con
dichas decisiones. Prometer al mercado “calidad”, sin tener colaboradores que
practiquen estos principios, es obtener un fracaso seguro, del que costará
mucho recuperarse.
¿Qué se pretende
hacer o conseguir? ¿Qué recursos se han asignado para lograrlo? ¿Se les ha
encargado las tareas a las personas que saben cómo hacerlo? ¿El alto ejecutivo,
tiene visión de conjunto y de largo plazo? ¿Qué se está haciendo actualmente?
Son preguntas que debemos hacernos antes de lanzarnos a la ejecución.
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