La estrategia, como
una abstracción conceptual, es una sóla; lo que observamos en la acción
empresarial es un uso de distintos enfoques, es decir, lo que percibimos son
formas diferentes de estrategia. Es como el concepto de “materia”, ésta en sí
no existe, lo que existen son distintas formas de materia. Si yo le pido
alguien que me traiga un poco de materia, me traerá una forma específica de
materia. La estrategia la podemos considerar como un patrón o modelo de decisiones,
que determina y revela los objetivos, propósitos o metas empresariales.
Cualquier enfoque que utilicemos, produce las principales políticas y planes
para lograr tales metas, define la línea de negocios a que aspira una compañía
y establece el tipo de organización económica y humana que es o pretende ser.
Toda estrategia,
sea ésta que esté formalmente establecida o en la cabeza del dueño de la
empresa, implica y define ciertos compromisos inalterables, que vienen determinados,
obligatoriamente, por la misión que se quiere cumplir y el objetivo que se
quiere lograr: el nivel de calidad de los productos o servicios, la tecnología
que debe usarse, calidad de materia prima o insumos, calidad de los esfuerzos
del recurso humano. La estrategia fracasa si se dejan de lado o violan estos
compromisos. Las determinantes básicas del carácter de una empresa deberán
cambiar sustancialmente, dependiendo de la elección hecha sobre la matriz
producto-mercado. ¿Qué ha decidido la empresa, ampliar participación porcentual
de mercado, desarrollar mercado, desarrollar producto o diversificación?
La interdependencia
de propósitos, políticas y acciones organizadas, deben servirnos para descubrir
qué es lo que hacemos mejor que cualquier otro competidor; es decir,
identificar ventajas competitivas, que deben existir o desarrollarse si no las
tenemos, en los procesos internos de la empresa, y que hacen que los clientes
nos prefieran, en vez de a la competencia. Las ventajas competitivas, al final
significan capacidad para movilizar fuerzas que nos aseguren o nos den altas
posibilidades de lograr éxito en el mercado. En otras palabras, lo que haga la
empresa no tendrá sentido, a menos que sea capaz de decidir o establecer la razón
por la que está haciendo algo: la calidad de la acción del estratega y la
motivación que le transmite poder no pueden valorarse desconociendo su relación
con el propósito. (tomado de Henry Mintzberg)