Por sentido
común, sabemos que, la estrategia de una empresa no puede considerarse
separadamente de sus intereses y cultura. En toda empresa existen no sólo
razones económicas, también las hay culturales, muy arraigadas en su manera de
proceder, particularmente, en su manera de enfrentar y solucionar problemas.
Dentro de su cultura, es necesario indagar, por ejemplo, ¿cómo consideran el
control y la evaluación? ¿Qué práctica, al respecto, se ve en la alta gerencia?
Así como tiene que haber respeto por la dignidad de los miembros de la empresa,
también debe haber severidad cuando sea necesario. Pero, ¿cómo se entiende la
severidad? El estratega es verdaderamente severo, cuando él respeta las
políticas y normas de la empresa y las hace respetar; para ello, es necesario
evaluar.
De acuerdo a
Richard Rumelt, una correcta evaluación de las estrategias de negocios
contempla respuestas a las cuatro preguntas siguientes:
1.
¿Son adecuados los
objetivos del negocio?
2.
¿Son adecuados los
planes y las políticas principales?
3.
Las capacidades de la
empresa, ¿igualan a las oportunidades que se han decidido explotar?
4.
Los resultados
obtenidos hasta ahora, ¿confirman premisas en las que se apoya la estrategia?,
¿o las refuta?
Formular
respuestas apropiadas a estas preguntas no resulta ser un proceso sencillo ni
directo. Para lograrlo se requiere de una acumulación significativa de
conocimiento situacional, de haber hecho un profundo y serio diagnóstico, y de
un amplio grado de agudeza intelectual. En concreto, los puntos importantes que
el estratega debe confrontar, y que hacen de la evaluación un difícil proceso,
son los siguientes:
·
Cada estrategia de
negocios es única y original.
·
La estrategia está
dedicada como prioridad a la consecución de objetivos y metas.
·
Los sistemas formales
de revisión de estrategias, que en principio son llamativos y despiertan
interés, pueden generar situaciones conflictivas en verdad explosivas.