El estratega de estos tiempos
tiene que ser una persona muy flexible, en el sentido de saber adecuar su comportamiento
gerencial a las nuevas fuerzas competitivas que se han puesto de manifiesto en cualquier
sector industrial o comercial en el que sea la principal cabeza dirigente.
Tiene que hacer de su empresa como el bambú, que se muestra flexible a
cualquier magnitud que tenga la fuerza del viento.
En estos nuevos entornos inciertos
y de cambios rápidos, los estrategas tienen que saber proporcionar estabilidad,
certeza y una buena base de respuestas. Los nuevos estrategas tienen que comunicar
y poner en práctica un conjunto coherente de valores y principios para que el
proceso de cambio sea factible. Deben basarse en la certeza de un enfoque
específico antes de conducir a la gente al cambio, y lograr convertir la
incertidumbre en riesgo calculado.
Los estrategas que practican
el liderazgo necesitan información para entender y comprender las complejidades
de su entorno y para asegurar la acción efectiva. Pero debe ser consciente que
la cantidad de información disponible en estos días es abrumadora, lo que
genera la posibilidad de caer en la duda y la parálisis por exceso de análisis.
La solución consiste en trabajar por medio de un conjunto de principios que
permitan captar y filtrar lo relevante, para generar acción efectiva.
Los estrategas de hoy deben
ser de respuestas, más que de reacciones; mejor si son de propuestas, más que
de respuestas, es decir, proactivos, manejando temas planificados o emergentes
con igual éxito. Conjugar ambos, no es fácil. Con mucha frecuencia, las empresas
se encuentran comprometidas con estrategias y planes con visión de largo plazo
que tal vez se debiliten por los acontecimientos o porque están apagando
incendios y reaccionando a las circunstancias, con poco o nada de perspectiva
para lograr el crecimiento sostenido.
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