Quizás estaremos diciendo una
verdad de Perogrullo cuando afirmamos que, toda organización comercial existe
para lograr utilidades, ganancias, beneficios, porque no está concebida para
ser una beneficencia pública. ¿Utilidad de quién? La utilidad de los accionistas
no equivale forzosamente a la utilidad de la empresa; es más, podríamos afirmar
sin temor a dudas que, un medio seguro para disminuir las utilidades de la
empresa es aumentar las utilidades para sus accionistas. Entonces, el estratega
debe considerar esta dicotomía a la hora de elaborar la estrategia: debe
generar utilidades para los accionistas, y también para las inversiones que
debe hacer la empresa.
Sabemos que, la generación de altas
utilidades está fuertemente asociada con los riesgos (a mayor utilidad, mayor
riesgo). Las altas utilidades o beneficios son producto únicamente de la
innovación, en procesos internos, como en productos y servicios que se ofrecen
al mercado. De seguir haciendo lo mismo de antes, o imitando al competidor
líder, no se podrán conseguir altas utilidades que aseguren las inversiones
futuras de la empresa, ni satisfacción para sus accionistas; sólo pueden
conseguirse si la estrategia de la empresa contempla algo radicalmente nuevo.
Y, recuérdese que los beneficios desaparecen cuando la innovación se vuelve
rutina.
La estrategia de rentabilidad
debe ser bastante original, en el sentido de plantear cosas nuevas, no sólo en términos
de productos; también puede darse el caso de innovaciones en otros campos del
proceso de comercialización: innovaciones en los canales de distribución
existentes; utilización de nuevos canales o medios para hacer de fácil y rápido
acceso los productos y servicios de la empresa; podría ser una nueva forma de
comunicación y la utilización de otros medios que anteriormente no se
utilizaban; innovaciones en la amplitud y profundidad de los servicios adicionales
que se brindan; podrían utilizarse nuevos procesos de venta, de parte de los
vendedores.
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