La historia de la
humanidad nos muestra que, desde tiempos muy remotos o prehistóricos existía la
estrategia militar como también la diplomática. Con el desarrollo de las
sociedades y la creciente complejidad de los conflictos sociales, generales y
hombres de estado, estudiaron, concibieron y probaron los fundamentos de la
estrategia hasta lograr una estructura coherente de principios. La esencia de
estos principios fue tratada por personajes como, Sun Tzu, Maquiavelo,
Napoleón, Von Clausewitz, Foch, Lenin, Hart, Montgomery o Mao Tse Tung. Las
instituciones más modernas fueron las primeras en adecuar esos conceptos a sus
particulares entornos.
Las estrategias
clásicas que se concibieron a partir de estos fundamentos y principios, poseen
algunos elementos que están siempre presentes en todas las estrategias que
diseñan actualmente las empresas, independientemente de pequeña o grande que
sea. Se establecen metas claras, que
pueden significar dejar de ser una empresa segundona, para pasar a una posición de influencia en el sector.
Identifican a sus probables aliados,
con los que establecerán alianzas que
faciliten el logro de los objetivos; con proveedores, canales de distribución,
medios de prensa, agencias de publicidad. Evalúan objetivamente la disponibilidad
y accesibilidad de recursos.
También tienen en
cuenta la decisión de evitar el enfrentamiento directo con
el competidor más fuerte del sector, para no desgastarse, sino esforzarse en
encontrar un propio camino, lo más
original posible; la idea es que no sea fácil de adivinar y que contenga el
factor sorpresa. Eligen los puntos de
ataque o la dirección que seguirá el golpe principal, en las que nuestras fuerzas son superiores a las del
competidor, poniendo también de manifiesto una ventaja decisiva o competitiva. Elaboran un enfoque consistente en
un conjunto de acciones planeadas y
maniobras engañosas para evitar al competidor y hacerse fuerte en un factor
estratégico.
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