Mucha
gente piensa que, los japoneses, especialmente sus estrategas empresariales,
poseen algún tipo de protección divina que utilizan para lograr éxitos
comerciales contundentes a nivel mundial. Esa manifestación de superioridad
estratégica viene desde la crisis del petróleo de 1973, año que también estuvo acompañado
de una aguda crisis económica mundial. Sin embargo, ese fue el año en que Japón
pasó a ser la segunda potencia económica y comercial del mundo. ¿Cómo lo lograron?
¿Fue pura suerte? ¿Ayuda divina? ¿Capacidad desarrollada de manera original? Fue
esto último, lo que jugó un papel esencial en los estrategas japoneses, líderes
de las principales corporaciones. Ningún país ni compañía logra semejantes
éxitos por el azar o casualidad; se debe al uso de estrategias.
Pero,
¿qué utilizaron estos estrategas japoneses para lograr semejantes éxitos que,
hasta ahora mantienen? Si un occidental estudia los medios utilizados con los que se hacen las cosas en Japón, se dará
cuenta que poco tienen que ver las fórmulas, técnicas y herramientas de
management de occidente. Lo curioso es que, sin ellas, muchas compañías
japonesas, que hoy todo el mundo conoce y reconoce, nunca antes contaron con
grandes cuerpos de planeación ni con procesos de planeación estratégica
complicados. Algunas se encontraban en desventaja por falta de recursos (personal,
dinero, tecnología). Sin embargo, a pesar de todas esas desventajas, su desempeño
en el mercado mundial fue sobresaliente. Año tras año se las arreglan para
incrementar su participación en el mercado global.
Las
empresas japonesas, tal vez no cuenten con un grupo de planeación estratégica
como los occidentales, pero tienen un estratega
de gran talento natural que es, por lo general, el fundador o director
general. En el Japón de aquella época, no existían escuelas de administración;
estos estrategas naturales carecían o tuvieron muy poca instrucción comercial formal,
por lo menos a nivel universitario. Nunca tomaron un curso o leyeron algún
libro sobre estrategia, pero poseían un conocimiento
intuitivo de lo que son los elementos básicos de la estrategia. En su
peculiar idiosincrasia, la compañía, los
clientes y la competencia se conjugan en interacciones dinámicas que se
plasma en un conjunto de objetivos y planes de acción que, llevan a la práctica
de manera unificada, empujando todos, el carro en la misma dirección.
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