Todos los fenómenos
sociales, incluso los de negocios, no tienen una trayectoria lineal, sino llena
de altibajos, así guarden una tendencia creciente, horizontal o descendente;
este es el aspecto o componente objetivo de la situación competitiva. Esto hace
que, las decisiones estratégicas rara vez sean directas y sencillas. Pero, en este
proceso también hay un aspecto o componente subjetivo, que interviene aumentando
su complejidad por las características humanas de quien toma las decisiones; es
decir, comprometen juicios de valor que dependen en gran medida de los
conocimientos, percepciones, experiencias, valores, carácter y criterio de las
personas. Esta es una de las razones que explica que tantas decisiones sean
erróneas.
El propósito de este
artículo es que, el lector tome consciencia de que tomar decisiones estratégicas
no sólo consiste en recurrir a la abundante bibliografía que hay sobre
planeamiento estratégico, y ahí encontrar la fórmula mágica que nos ahorre la
necesidad de diagnosticar y analizar los hechos, los datos objetivos sobre la
situación competitiva; también tenemos que recurrir a nuestra experiencia y,
principalmente, a nuestro criterio, para atrevernos a diseñar o formular
estrategias empresariales. Toda la teoría desarrollada al respecto no hay que
tomarla como un dogma, sino como una guía para nuestras decisiones y acciones.
Las herramientas y conceptos que contienen estas teorías sólo sirven para “no
andar a oscuras”, nunca nos dirán exactamente cómo hacer.
Las decisiones
estratégicas son las opciones que determinan la dirección del golpe principal y
el éxito de las organizaciones. Si bien muchos de los encargados de tomarlas
son gerentes generales, emprendedores y líderes, es cada vez más frecuente ver
que los mandos medios también necesitan desarrollar esa responsabilidad, así
como hacerse de una visión de conjunto que les permita comprender cuál es la
contribución que debe hacer su área al logro de los objetivos estratégicos. Esto
es así porque las organizaciones son más horizontales que hace tiempo y están
más que nunca centradas en el cliente, además de ser impulsadas por las fuerzas
del cambio y la complejidad, que son cada vez más intensas y aceleradas.
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