Lo que un joven de hoy lo toma con suma naturalidad, un adulto nacido en
la década del 60 o 70 se asombra de lo que la ciencia y la tecnología ha sido
capaz de desarrollar en términos de productos y servicios y que seguirá
desarrollando; pero, los adultos entendemos que estas paradojas creados por el
desarrollo también se pueden conciliar. Por ejemplo, en los años cincuenta en Estados
Unidos y Europa, y en América Latina hasta mediados de los años 90, el marketing
estaba concentrado en los mercados masivos, y temas como la cuota publicitaria
de una marca y el concepto de centímetro por columna eran importantes: si había
más individuos viendo, oyendo o leyendo sobre nuestro producto o servicio, nuestras
ventas, seguro, aumentarían considerablemente.
La computarización que tuvo lugar durante los años setenta y ochenta
condujo al marketing de base de datos y la generación de perfiles de clientes.
En teoría, la actividad de marketing apuntaba sólo a los clientes con
posibilidad de comprar, reduciendo costos y aumentando la eficiencia del
marketing. Las bases de datos sobre clientes individuales se transformaron en nuevas
fuentes de ventajas competitivas y eso llevó a la promulgación de nuevas leyes
para la protección de la información a partir de mediados de los ochenta. Más
tarde, en los noventa, Internet llegó a escala masiva, permitiendo combinar las
metas en gran medida contradictorias del marketing de masas con el enfoque
circunscrito a mercados particulares y especializados; el proceso fue, de
masivo a segmento y a nicho.
La Internet puede llegar a millones de clientes potenciales, pero también
es posible, en teoría por lo menos, vincularse con cada cliente en forma
individual. Las pioneras clásicas de este concepto son las librerías o las
agencias de viaje por Internet: con el atractivo masivo de un minorista
importante que puede también ofrecer un servicio personalizado. En
consecuencia, esta nueva era de la personalización masiva ha superado muchas
dificultades contradictorias. Este creciente ritmo de cambios, en cuanto a toma
de decisiones y ejecución de acciones estratégicas le exige al estratega dar
muestras de poseer una gran flexibilidad en relación a los nuevos eventos y
fenómenos competitivos, que no pueden abordarse mecánicamente con los enfoques
teóricos del pasado.