Los japoneses siempre toman
como referencia, cuando de flexibilidad se trata, el comportamiento que muestra
el árbol de bambú ante el viento; nunca lo parte ni lo arranca, el bambú se arquea para un lado y otro ante las fuerzas del viento. La enseñanza para ellos
es que, la organización es la que debe ser flexible ante las distintas fuerzas
del entorno que actúan sobre ella, porque no hay control sobre las mismas. Una
de estas principales fuerzas, es la presión competitiva que le exige a la
organización ganar más flexibilidad, productividad y control de costos, lo que
debe reflejarse en la estrategia empresarial.
La creciente flexibilidad
exigida a la empresa, le demanda a todos sus integrantes, que cuente con una
variedad de destrezas que se relacionan no sólo con las tareas que pueden
desempeñar, sino también con los niveles más altos que pueden alcanzar. Y deben
además tener voluntad de desarrollar las aptitudes existentes y aprender otras
nuevas. De manera similar, las estructuras de mando deben poder adaptarse,
responder y aprender, enfocar y coordinar. Las organizaciones que tengan una
burocracia que no está identificada con la estrategia y su política, verán entorpecida
la flexibilidad exigida; de esta manera se estarán arriesgando a la decadencia.
Para ser productivas y
flexibles, las organizaciones necesitan tener la gente, los recursos y procesos
apropiados en el momento oportuno. Deben poseer también una cultura que
estimule continuamente el aprendizaje, la mejora y la innovación. Esto les
genera nuevas consideraciones en la toma de decisiones a los estrategas. Entre
las muchas herramientas conceptuales que ayudan a propiciar la productividad,
las técnicas de medición han cobrado cada vez mayor importancia. Esto explica
la popularidad que ganaron, en la década del 90, el benchmarking, el cuadro de
mando integral (Balanced scorecard) y los indicadores clave de rendimiento (Key
Perfomance Indicators).
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