Ya es casi trillado decir que, nos encontramos en la era de la información. A comienzos de la
década del 90, Michael Hammer, coautor de Reingeniería, identificándose con el
enfoque empresarial de Peter Drucker, dijo que, las organizaciones tienen que
rediseñarse alrededor de la información; ahora cada nivel jerárquico, cada
división, cada área, cada departamento, tiene mucha responsabilidad
informativa. Y, como se sabe, toda estrategia empresarial original de largo
aliento, implícitamente, representa un rediseño organizacional. Luego de
formulada y aceptada la nueva estrategia, la empresa ya no será la que era
antes, porque a la estrategia le sigue la estructura.
El surgimiento del conocimiento y el capital intelectual, tal como lo
concibió por primera vez Leif Edvinsson, de Skandia, la empresa de servicios
financieros más grande de Suecia, sugiere que, para tener éxito, las empresas
deberán concentrarse en: 1) La reconfiguración de los sistemas existentes
(incluida la cultura de la organización) para ofrecer apoyo a los trabajadores
de conocimiento. 2) La generación de una organización de aprendizaje que en
forma permanente detecte, valorice y comparta información, además de emplearla
en forma flexible para mejorar la eficiencia, generar nuevas ideas y añadir
valor para los clientes. 3) Mejorar la productividad, a través de la
capacitación y el entrenamiento de empleados en todos los niveles.
Las ideas implantadas por Leif Edvinsson, el primer director de capital
intelectual nombrado en el mundo, considera que hay tres clases de capital: 1) El
capital humano, que está en la mente de los empleados. 2) El capital estructural,
que queda en la organización y, 3) El capital de clientela, que deriva de las
relaciones que la empresa mantiene con sus clientes. El propósito es,
determinar si el capital intelectual crece o decrece, concentrando la cultura y
las ideas de la organización en aumentar sus activos intangibles. A su vez, el
capital humano se divide en: enfoque en cliente; enfoque en procesos y enfoque
en renovación y desarrollo. Administrar el capital intelectual alimenta la
innovación y el nuevo pensamiento y predisposición mental en la organización.
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