En este mundo globalizado en
el que vivimos se han dado, y se seguirán dando, una serie de cambios que son
irreversibles, cambios que se han dado tiempo después de haberse concebido
herramientas conceptuales para elaborar estrategias empresariales. Son cambios
respecto a los cuales los estrategas pueden, y deben, tomar en cuenta antes de
elaborar estrategias y actuar; por eso, el criterio y la experiencia deben
conjugarse con las herramientas y los conocimientos, y no tomar a éstos como
recetas infalibles, sólo porque las enunció un “gurú” del planeamiento
estratégico. El estratega no es un adivinador de futuro, se necesita de él que
sepa usar su criterio.
La gente en general también ha
cambiado radicalmente, está aceptando, por ejemplo, que ya no existen “trabajos
de por vida”, y muchos no desean quedarse en el mismo empleo durante toda su
vida laboral; la movilidad laboral es una práctica muy común en gente bien
preparada y que se siente capaz de incursionar en otros sectores. Este
comportamiento se ve tanto en los elaboradores de estrategia, como en los
ejecutores de las mismas; la probabilidad de que ya no esté en la empresa quien
elaboró la estrategia es bien alta. Puede darse el caso de colaboradores buenos
ejecutores de la estrategia, que abandonen la empresa antes que termine el
período que cubre la estrategia.
El estratega tiene que aceptar
esta nueva realidad empresarial y laboral a la hora de concebir y elaborar la
estrategia. ¿Qué puede hacer para darle “estabilidad” al proceso de elaboración
y ejecución de la estrategia? Debe tomar en cuenta las nuevas necesidades y
expectativas de los ejecutivos y colaboradores. Por ejemplo, ya que en promedio
trabajan mayor cantidad de horas, exigen más flexibilidad en sus horarios de
trabajo, esperan recibir mayores recompensas, más reconocimiento personal.
Entonces, se plantea el reto de encontrar formas de ofrecer a los empleados
respeto, recompensa, libertad y otorgar poder a quienes tienen capacidad de
ejercerlo positivamente.
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